lunes, 11 de marzo de 2013

Reseña "El atlas de las nubes"


Autor:
David Mitchell

Título:
El atlas de las nubes

Editorial:
Random House

Número de páginas:
444 (ebook)

¿Por qué lo leí?

Hay libros que lees porque te gusta la trama, o las críticas que recibe, o quien lo escribe, o simple y llanamente porque ves el tráiler de la película y piensas que te encantaría leer una historia así. Esto mismo fue lo que me pasó a mí, nada más ver el tráiler no concebía mi cabeza no leer el libro.

Resumen:
El atlas de las nubes es una novela que da la vuelta al mundo y recorre desde el siglo XIX hasta un futuro apocalíptico, a través de seis historias entrelazadas. El relato se abre en 1850 con el regreso del notario estadounidense Adam Ewing desde las islas Chatham a su California natal. Durante el viaje, Ewing traba amistad con un médico, el doctor Goose, que comienza a tratarle de una extraña enfermedad causada por un parásito cerebral… Repentinamente, la acción se traslada a 1931 en Bélgica, donde Robert Frobisher, un compositor bisexual que ha sido desheredado, se introduce en el hogar de un artista enfermizo, su seductora esposa y su núbil hija… De ahí saltamos a la Costa Oeste en la década de los setenta, cuando Luisa Rey destapa una red de avaricia y crimen que pone en peligro su vida… Y, del mismo modo, con idéntica maestría, viajamos a la ignominiosa Inglaterra de nuestros días, a un superestado coreano del futuro próximo regido por un capitalismo desbocado y, finalmente, a Hawai, a una Edad de Hierro post-apocalíptica que corresponde a los últimos días de la historia. Sin embargo, la historia tampoco termina ahí. La narrativa vuelve, como si de un bumerán se tratara, en el tiempo y en el espacio hasta el punto de partida recorriendo, en sentido inverso, la trayectoria trazada. Durante la travesía, Mitchell va revelando los lazos que unen a personajes tan distintos, el modo en que se entrecruzan sus destinos y la forma en la que sus almas se desplazan a través del tiempo como las nubes por el horizonte.

Reseña:






Antes de empezar, tengo que decir varias cosas, compré el ebook en inglés, de hecho, la ficha está basada en el ebook inglés, fui incapaz de avanzar más allá de la página 20, me estaba enterando del 60% de la historia y ya me estaba planteando donde estaba la gracia que todo el mundo veía en este libro y que yo había visto en el tráiler que no la encontraba por ningún lado. Entonces me descargué la versión del ebook en castellano, seguía sin enamorarme, pero es que la historia de “El diario del Pacífico de Adam Ewing” nunca fue mi favorita (más bien diría que fue la peor de todas para mi gusto, no por la historia en sí, sino por el modo pomposo, snob y inocentísimo de narrarlo de Adam.

—¡Daniel! ¡Vuelve aquí! ¡Daniel! ¡Sé que me estás oyendo! ¡Te voy a dar una azotaina! ¿Me has oído? ¡Una azotaina! —Se volvió hacia su esposa—. ¡Señora Wagstaff! ¿Es que quieres que tu hijo se convierta en un salvaje? ¡Por lo menos no lo dejes salir desnudo! ¿Qué va a pensar el señor Ewing?
Si embotellasen el desprecio que la señora Wagstaff siente por su joven marido, podrían venderlo como matarratas.
—El señor Ewing es libre de pensar lo que le dé la gana. Mañana se largará en su goleta, llevándose consigo sus pensamientos. No como tú y como yo, señor Wagstaff, que habremos de morir aquí. Y rezo a Dios para que sea pronto. —Y dirigiéndose a mí—: Mi marido no pudo completar los estudios, señor, así que me toca a mí explicarle las cosas más evidentes, veinte veces al día.


Ahora sí, vamos con el esqueleto del libro antes de meterme en materia. Son 6 historias que te parten a la mitad, salvo la de “El cruce de Sloosha y toda la vaina” que es la sexta, la estructura del libro sería así: 1,2,3,4,5,6,5,4,3,2,1, como las escalas de música que suben y bajan. Como el autor tiene muy mala sangre, siempre las cortaba en el momento más interesante, como cuando tiran el coche (con protagonista incluida) al agua, es inhumano. Todas las historias están relacionadas entre sí y no solo por el antojo en forma de cometa (o de boñiga, Timothy, no te sientas excluido) que tienen todos los protagonistas de éstas.

Un violinista ciego y escuálido tocaba por dinero. Éste sí que sabía. Le pedí Bonsoir, Paris, y la tocó con tanto élan que le puse en la mano un billete nuevecito de cinco francos. Se quitó las gafas, comprobó que era auténtico, invocó el nombre de su santo favorito, recogió la calderilla y echó a correr entre los parterres, riéndose como un loco. Quien se inventó eso de que el dinero no da la felicidad está claro que tenía demasiado.

Tras terminar la historia de Adam (en 1849), pasamos a la historia de “Cartas desde Zegelghem”,1931, Robert escribe a Sixmith contándole algo sobre un diario de un tal Adam que se encontró y estaba leyendo, pero estaba a la mitad y como dice Robert: “Un libro leído a medias es una aventura amorosa incompleta”. La historia de Robert es mi favorita, está escrita en forma de cartas, y los puntos de vista de Robert digamos que son muy peculiares, no solo es un interesado, se aprovecha todo lo que puede de los demás, pero al final su historia ha sido la que más me ha hecho pensar, reír y llorar. Puedo decir que me ha gustado tanto su primera mitad, como su segunda mitad.

Una mujer joven sale de la fiesta del vecino y se asoma a la terraza contigua. Lleva el pelo corto y un elegante vestido violeta, pero tiene un aire terriblemente triste y solitario.Proponle un suicidio conjunto, ¿por qué no? Sixsmith no lo piensa en serio. No tiene intención de tirarse, no mientras le quede una chispa de humor. Además, un discreto accidente es justo lo que desean Grimaldi, Napier y esos matones de guante blanco.

Después pasamos a “Vidas a medias: el primer misterio de Luisa Rey”, 1973, donde una joven periodista “hija de” se dedica a investigar un posible fraude de una central nuclear, no solo el chivatazo le llega a través de Sixmith, sino que acaba leyendo las cartas que Robert le mandaba. Está narrada a modo de capítulos cortos y tiene bastante acción. ¡Ah! Un último consejo, no os encariñéis mucho con nadie, aquí muere hasta el apuntador.

—Hola, quiero un billete a Hull.
La taquillera jugueteaba con sus aparatosos pendientes tribales.
—¿Para cuándo?
—Lo antes posible.
—¿Tipo hoy?
—«Hoy», que yo sepa, suele significar «lo antes posible», sí.
—Pues no se lo puedo dar. Los billetes para hoy sólo se despachan en esas ventanillas de ahí. Ésta sólo es para billetes por adelantado.
—Pero la luz roja me ha señalado que venga a esta ventanilla.
—Le digo que no puedo. Apártese. Está entorpeciendo la fila.
—¡No, esa maldita luz me mandó a esta ventanilla! ¡Me he tirado veinte minutos haciendo cola!
Por primera vez dio muestras de cierto interés.
—¿Qué quiere, que cambie las reglas para usted?
Timothy Cavendish empezó a echar chispas como un tenedor en un microondas.
—¡Lo que quiero es que desarrolle la suficiente inteligencia como para resolver el problema y despacharme un billete a Hull!
—No tolero que me hable en ese tono.

A continuación nos encontramos con “El tremendo calvario de Timothy Cavendish”, época actual, un “pobre abuelete” editor que se ve metido en un embrollo “sin comérselo ni bebérselo” y en el que todo se pone de color hormiga. Entre otras novelas para su posible publicación, Timothy recibe la de “Vidas a medias: el primer misterio de Luisa Rey”.

…por qué cualquier dominador teme que sus vasallos adquieran conocimiento.
No me atreví a pronunciar la palabra insurrección y di un rodeo.
—¿Y si las diferencias de estrato social no se debiesen a la genómica ni a la excelencia intrínseca, ni siquiera a los dólares, sino al diverso nivel de formación?
¿No querría eso decir, preguntó el profesor, que toda la Pirámide estaría construida sobre arenas movedizas?
Observé que semejante hipótesis podría considerarse una grave desviación.
Mephi parecía encantado de la vida.
—Míralo así: los fabricantes son espejos colocados delante de la conciencia de los purasangres; lo que éstos ven reflejados los asquea. Y le echan la culpa al espejo.
Le pregunté si los purasangres podrían llegar algún día a echarse la culpa a sí mismos.
—La historia indica —respondió Mephi— que sólo cuando se les obligue a hacerlo.

Llegamos a “La antífona de Sonmi-451”, 2144, donde a modo de entrevista vemos a Sonmi-451 una rebelde antisistema que encima no es “una purasangre” contando sus peripecias a un archivista, como pasó de que sus días en el Papa Song’s, un estilo de McDonald, en Corea fuesen “No tengo recuerdos muy antiguos, Archivista. Los días que pasé en el Papa Song's eran todos idénticos, como las patatas fritas que vendíamos” a ser un no parar de acción y descubrimientos inesperados. La relación con la historia anterior es que Sonmi ve la película basada en la historia anterior, su mayor momento de felicidad.
                                                  
Y es que Napes era muy cuco, engatruchaba a todo el mundo con sus bromitas y su sonrisa. Igual que yo hablo la lengua de las cabras, él hablaba la de las personas. De un fulano con ese piquito de oro no te puedes fiar ni una miaja. En fin, que Napes y Merónima se metieron en el Iconario con el mayor descaro. El perro Pi se quedó fuera, donde le mandó esperar la Clarividente.

Ahora llegamos a un futuro postapocalíptico, “El cruce de Sloosha y toda la vaina” donde se ha vuelto a la Edad de Hierro y se siguen los catecismos de la diosa Sonmi. La historia la narra un pastor, Zachry, medio esquizofrénico acechado por el demonio Georgie, que de repente se ve obligado a acoger en el seno de su casa a una clarividente, Merónima, más avanzada que ellos y de la que sospecha continuamente.

—Bueno —tanteó Hae-Joo—, ¿qué haces para relajarte?
—Jugar al go con el sony —dije.
—¿Para relajarte? —replicó incrédulo—. ¿Y quién gana, tú o el sony?
—El sony —respondí—. ¿Cómo si no iba a mejorar?
—O sea, que los ganadores —razonó Hae-Joo—, ¿son, en realidad, los perdedores, porque no aprenden nada nuevo? Entonces, ¿qué son los perdedores? ¿Ganadores?
Yo no sabía si hablaba en serio.
—Si los perdedores consiguen sacar partido de lo que les enseñan sus adversarios, entonces sí, los perdedores, a la larga, pueden ser los ganadores.

Como ya he dicho mi historia favorita es la de Robert, seguido muy de cerca por la de Sonmi (sobre todo el final, un final que queda ella como “muy segura, muy mujer”), luego irían a la par de la Timothy y la de Luisa y por último la de Adam y Zachry han sido las que menos me han gustado.

—Denny, he tenido un pequeño roce con una gentuza. Si no consigo sesenta mil libras, me van a moler a palos.
—Pídeles que lo graben en vídeo para nosotros.
—No estoy de broma, Denholme.
—¡Ni yo tampoco! Vale, se la has querido jugar a alguien y la has cagado. ¿Y a mí qué? ¿Acaso es problema mío?
—¡Somos hermanos! ¿Es que no tienes conciencia o qué?
—He sido directivo de un banco durante treinta años.

El libro está escrito de tal forma que dan ganas de copiar las frases de medio libro de lo bonitas y filosóficas que quedan, pero lo malo, es que al final, no todas las historias tienen un final muy claro, sino que tienes que intuir lo que pasa con algunas, en ese sentido, la película si que “te aclara más cosas”

—Una meritocracia de la inteligencia. Una cultura que no se avergüence de reconocer que la riqueza atrae al poder…
—… Y que los creadores de riqueza como nosotros se vean recompensados. Cuando veo que un hombre aspira al poder, me hago una pregunta muy simple: «¿Piensa como un hombre de negocios?».
Luisa hace un gurruño con la servilleta.
—Pues yo me hago tres preguntas muy simples: ¿Cómo ha obtenido ese poder? ¿Cómo lo está utilizando? Y: ¿cómo se le puede arrebatar al muy hijo de puta?

Si algo tengo que decir, es que a ratos, en algunas historias, parecía que la acción sufría grandes pausas y en esos momentos y entre el lenguaje rimbombante de algunas y el lenguaje “paleto” de otras  hacía que la lectura me costase mil horrores.

El orgullo de llegar hasta el final. Certezas. Cuando te despojas de las creencias que te endilgan las institutrices, los colegios y los Estados, descubres dentro de ti verdades indelebles. Roma entrará en decadencia y volverá a caer, Cortés se hará de nuevo a la mar y después Ewing también, Adrian volverá a saltar en pedazos, tú y yo volveremos a dormir juntos bajo las estrellas corsas, regresaré a Brujas, de nuevo me enamoraré y me desenamoraré de Eva, tú leerás otra vez esta carta y el sol volverá a apagarse. Un disco en el gramófono de Nietzsche. Cuando termine, el Viejo lo pondrá una vez más, y así una eternidad de eternidades.
El tiempo no consigue penetrar en este periodo sabático. No duramos mucho muertos. Una vez que la Luger me deje partir, mi nuevo nacimiento caerá sobre mí en un abrir y cerrar de ojos. Dentro de trece años volveremos a conocernos en Gresham, diez años después estaré en esta misma habitación, empuñando la misma pistola, escribiendo esta misma carta, una decisión tan consumada como mi sexteto de mil cabezas. Estas certezas elegantes me reconfortan.
En definitva: 6 historias relacionadas entre sí, muy bien escritas que te harán reflexionar sobre distintos temas como la religión y el poder.

¡Sentimientos liberales! ¡Pero a mí no me vengas con monsergas de justicia! ¡Vete a Tennessee montado en un pollino y ponte a convencer a esos palurdos sudistas de que en realidad son negros pintados de blanco y de que sus esclavos son blancos pintados de negro! ¡Vete a Europa y ponte a decirles que los derechos de los esclavos del imperio son tan inalienables como los de la reina de Bélgica! ¡Ah, terminarás pobre, canoso y ronco en las reuniones del partido! ¡Te escupirán, te dispararán, te lincharán, te aplacarán con medallitas y los paletos te despreciarán! ¡Te crucificarán! Ingenuo y soñador Adam. Quien osa desafiar a esa hidra de cien cabezas que es la naturaleza humana lo termina pagando con espantosos sufrimientos, ¡y su familia también! ¡Y cuando exhales el último suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una minúscula gota en un océano infinito!
Y sin embargo, ¿qué es un océano sino una multitud de gotas?

Extra, extra:

El libro cuenta con película, que yo, como soy muy guay, me fui a verla cuando llevaba el libro a la mitad, con lo cual, luego creí que ya sabía lo que iba a pasar en el libro, pero no, en la película hay bastantes modificaciones con respecto al libro, incluso frases dichas en la película que me decía, estas las tengo que copiar en la reseña, pero que no aparecían en el libro. En mi edición del libro, al final hay un breve apartado del autor comentando la película, y, la verdad, opino como él, la película se aleja del libro en algunas cosas, pero eso no la hace peor que el libro, algunas modificaciones me gustaron más que los del libro (el autor decía que cuando la vio le preguntaba a Lana Wachowski (perdón de antemano, porque siempre escribo mal el nombre) si ese diálogo era suyo o hecho para la película. Lo que si que puedo decir, es que todas las historias descriptivas, desde mi punto de vista, ganan en la gran pantalla, porque te ahorra leer hasta cómo eran las velas del barco, y, si algo se puede decir de esta película es que tanto la maquetación, como los efectos especiales y la fotografía era perfecta. Además, las historias se entremezclan entre sí, facilitando ver elementos en común, nada parece fuera de lugar, todo tiene relación, y la relación es más fácil de ver que en el libro. Otra cosa de la que yo puedo prescindir, pero por lo visto las películas jamás prescinden, es de las historias románticas, de hacer a los malos un poco más buenos, dar más dramatismo... Pero lo dicho, la película me gustó tanto como el libro, se me hizo un pelín larga (pero es que últimamente las películas son eternas, igual es por justificar la sangría al bolsillo que supone sacar una entrada de cine, pero creo recordar que duraba más de dos horas y media).


Otra cosa curiosa del autor, parece ser que le gustan los libros con muchas historias interrelacionadas.

Y, ahora os dejo, voy a seguir escuchando la OST que a mí me tiene enamorada.
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