David Mitchell
Título:
El atlas de las nubes
Editorial:
Random House
Número de páginas:
444 (ebook)
¿Por qué lo leí?
Hay libros que lees porque
te gusta la trama, o las críticas que recibe, o quien lo escribe, o simple y
llanamente porque ves el tráiler de la película y piensas que te encantaría
leer una historia así. Esto mismo fue lo que me pasó a mí, nada más ver el
tráiler no concebía mi cabeza no leer el libro.
Resumen:
El atlas de las nubes es una
novela que da la vuelta al mundo y recorre desde el siglo XIX hasta un futuro
apocalíptico, a través de seis historias entrelazadas. El relato se abre en
1850 con el regreso del notario estadounidense Adam Ewing desde las islas
Chatham a su California natal. Durante el viaje, Ewing traba amistad con un
médico, el doctor Goose, que comienza a tratarle de una extraña enfermedad
causada por un parásito cerebral… Repentinamente, la acción se traslada a 1931
en Bélgica, donde Robert Frobisher, un compositor bisexual que ha sido
desheredado, se introduce en el hogar de un artista enfermizo, su seductora
esposa y su núbil hija… De ahí saltamos a la Costa Oeste en la década de los setenta,
cuando Luisa Rey destapa una red de avaricia y crimen que pone en peligro su
vida… Y, del mismo modo, con idéntica maestría, viajamos a la ignominiosa
Inglaterra de nuestros días, a un superestado coreano del futuro próximo regido
por un capitalismo desbocado y, finalmente, a Hawai, a una Edad de Hierro
post-apocalíptica que corresponde a los últimos días de la historia. Sin
embargo, la historia tampoco termina ahí. La narrativa vuelve, como si de un
bumerán se tratara, en el tiempo y en el espacio hasta el punto de partida
recorriendo, en sentido inverso, la trayectoria trazada. Durante la travesía,
Mitchell va revelando los lazos que unen a personajes tan distintos, el modo en
que se entrecruzan sus destinos y la forma en la que sus almas se desplazan a
través del tiempo como las nubes por el horizonte.
Reseña:
Antes de empezar, tengo que decir varias cosas, compré el ebook en inglés, de hecho, la ficha está basada en el ebook inglés, fui incapaz de avanzar más allá de la página 20, me estaba enterando del 60% de la historia y ya me estaba planteando donde estaba la gracia que todo el mundo veía en este libro y que yo había visto en el tráiler que no la encontraba por ningún lado. Entonces me descargué la versión del ebook en castellano, seguía sin enamorarme, pero es que la historia de “El diario del Pacífico de Adam Ewing” nunca fue mi favorita (más bien diría que fue la peor de todas para mi gusto, no por la historia en sí, sino por el modo pomposo, snob y inocentísimo de narrarlo de Adam.
—¡Daniel! ¡Vuelve
aquí! ¡Daniel! ¡Sé que me estás oyendo! ¡Te voy a dar una azotaina! ¿Me has
oído? ¡Una azotaina! —Se volvió hacia su esposa—. ¡Señora Wagstaff! ¿Es que
quieres que tu hijo se convierta en un salvaje? ¡Por lo menos no lo dejes salir
desnudo! ¿Qué va a pensar el señor Ewing?
Si
embotellasen el desprecio que la señora Wagstaff siente por su joven marido,
podrían venderlo como matarratas.
—El señor
Ewing es libre de pensar lo que le dé la gana. Mañana se largará en su goleta,
llevándose consigo sus pensamientos. No como tú y como yo, señor Wagstaff, que
habremos de morir aquí. Y rezo a Dios para que sea pronto. —Y dirigiéndose a
mí—: Mi marido no pudo completar los estudios, señor, así que me toca a mí
explicarle las cosas más evidentes, veinte veces al día.
Ahora sí, vamos con el
esqueleto del libro antes de meterme en materia. Son 6 historias que te parten
a la mitad, salvo la de “El cruce de Sloosha y toda la vaina” que es la sexta,
la estructura del libro sería así: 1,2,3,4,5,6,5,4,3,2,1, como las escalas de
música que suben y bajan. Como el autor tiene muy mala sangre, siempre las
cortaba en el momento más interesante, como cuando tiran el coche (con
protagonista incluida) al agua, es inhumano. Todas las historias están
relacionadas entre sí y no solo por el antojo en forma de cometa (o de boñiga,
Timothy, no te sientas excluido) que tienen todos los protagonistas de éstas.
Un violinista ciego y escuálido tocaba por dinero. Éste sí
que sabía. Le pedí Bonsoir, Paris, y la tocó con tanto élan que le puse en la mano un billete nuevecito de
cinco francos. Se quitó las gafas, comprobó que era auténtico, invocó el nombre
de su santo favorito, recogió la calderilla y echó a correr entre los
parterres, riéndose como un loco. Quien se inventó eso de que el dinero no da
la felicidad está claro que tenía demasiado.
Tras terminar la historia de
Adam (en 1849), pasamos a la historia de “Cartas desde Zegelghem”,1931, Robert
escribe a Sixmith contándole algo sobre un diario de un tal Adam que se
encontró y estaba leyendo, pero estaba a la mitad y como dice Robert: “Un libro leído a medias es una aventura amorosa
incompleta”. La historia de Robert es mi favorita, está escrita en forma
de cartas, y los puntos de vista de Robert digamos que son muy peculiares, no
solo es un interesado, se aprovecha todo lo que puede de los demás, pero al
final su historia ha sido la que más me ha hecho pensar, reír y llorar. Puedo
decir que me ha gustado tanto su primera mitad, como su segunda mitad.
Una mujer
joven sale de la fiesta del vecino y se asoma a la terraza contigua. Lleva el
pelo corto y un elegante vestido violeta, pero tiene un aire terriblemente
triste y solitario.Proponle un suicidio conjunto, ¿por qué no? Sixsmith
no lo piensa en serio. No tiene intención de tirarse, no mientras le quede una
chispa de humor. Además, un discreto accidente es justo lo que desean
Grimaldi, Napier y esos matones de guante blanco.
Después pasamos a “Vidas a
medias: el primer misterio de Luisa Rey”, 1973, donde una joven periodista
“hija de” se dedica a investigar un posible fraude de una central nuclear, no
solo el chivatazo le llega a través de Sixmith, sino que acaba leyendo las
cartas que Robert le mandaba. Está narrada a modo de capítulos cortos y tiene
bastante acción. ¡Ah! Un último consejo, no os encariñéis mucho con nadie, aquí
muere hasta el apuntador.
—Hola, quiero
un billete a Hull.
La taquillera
jugueteaba con sus aparatosos pendientes tribales.
—¿Para cuándo?
—Lo antes
posible.
—¿Tipo hoy?
—«Hoy», que yo
sepa, suele significar «lo antes posible», sí.
—Pues no se lo
puedo dar. Los billetes para hoy sólo se despachan en esas ventanillas de ahí.
Ésta sólo es para billetes por adelantado.
—Pero la luz
roja me ha señalado que venga a esta ventanilla.
—Le digo que
no puedo. Apártese. Está entorpeciendo la fila.
—¡No, esa
maldita luz me mandó a esta ventanilla! ¡Me he tirado veinte minutos haciendo
cola!
Por primera
vez dio muestras de cierto interés.
—¿Qué quiere,
que cambie las reglas para usted?
Timothy
Cavendish empezó a echar chispas como un tenedor en un microondas.
—¡Lo que
quiero es que desarrolle la suficiente inteligencia como para resolver el
problema y despacharme un billete a Hull!
—No tolero que
me hable en ese tono.
A continuación nos
encontramos con “El tremendo calvario de Timothy Cavendish”, época actual, un
“pobre abuelete” editor que se ve metido en un embrollo “sin comérselo ni
bebérselo” y en el que todo se pone de color hormiga. Entre otras novelas para
su posible publicación, Timothy recibe la de “Vidas a medias: el primer
misterio de Luisa Rey”.
…por qué
cualquier dominador teme que sus vasallos adquieran conocimiento.
No me atreví a
pronunciar la palabra insurrección y di un rodeo.
—¿Y si las
diferencias de estrato social no se debiesen a la genómica ni a la excelencia
intrínseca, ni siquiera a los dólares, sino al diverso nivel de formación?
¿No querría
eso decir, preguntó el profesor, que toda la Pirámide estaría construida sobre
arenas movedizas?
Observé que
semejante hipótesis podría considerarse una grave desviación.
Mephi parecía
encantado de la vida.
—Míralo así:
los fabricantes son espejos colocados delante de la conciencia de los
purasangres; lo que éstos ven reflejados los asquea. Y le echan la culpa al
espejo.
Le pregunté si
los purasangres podrían llegar algún día a echarse la culpa a sí mismos.
—La historia
indica —respondió Mephi— que sólo cuando se les obligue a hacerlo.
Llegamos a “La antífona de
Sonmi-451”, 2144, donde a modo de entrevista vemos a Sonmi-451 una rebelde
antisistema que encima no es “una purasangre” contando sus peripecias a un
archivista, como pasó de que sus días en el Papa Song’s, un estilo de McDonald,
en Corea fuesen “No tengo recuerdos muy antiguos,
Archivista. Los días que pasé en el Papa Song's eran todos idénticos, como las
patatas fritas que vendíamos” a ser un no parar de acción y
descubrimientos inesperados. La relación con la historia anterior es que Sonmi
ve la película basada en la historia anterior, su mayor momento de felicidad.
Y es que Napes era muy cuco, engatruchaba a todo el mundo con
sus bromitas y su sonrisa. Igual que yo hablo la lengua de las cabras, él
hablaba la de las personas. De un fulano con ese piquito de oro no te puedes
fiar ni una miaja. En fin, que Napes y Merónima se metieron en el Iconario con
el mayor descaro. El perro Pi se quedó fuera, donde le mandó esperar la
Clarividente.
Ahora llegamos a un futuro
postapocalíptico, “El cruce de Sloosha y toda la vaina” donde se ha vuelto a la
Edad de Hierro y se siguen los catecismos de la diosa Sonmi. La historia la
narra un pastor, Zachry, medio esquizofrénico acechado por el demonio Georgie,
que de repente se ve obligado a acoger en el seno de su casa a una
clarividente, Merónima, más avanzada que ellos y de la que sospecha
continuamente.
—Bueno —tanteó
Hae-Joo—, ¿qué haces para relajarte?
—Jugar al go
con el sony —dije.
—¿Para
relajarte? —replicó incrédulo—. ¿Y quién gana, tú o el sony?
—El sony
—respondí—. ¿Cómo si no iba a mejorar?
—O sea, que
los ganadores —razonó Hae-Joo—, ¿son, en realidad, los perdedores, porque no
aprenden nada nuevo? Entonces, ¿qué son los perdedores? ¿Ganadores?
Yo no sabía si
hablaba en serio.
—Si los
perdedores consiguen sacar partido de lo que les enseñan sus adversarios,
entonces sí, los perdedores, a la larga, pueden ser los ganadores.
Como ya he dicho mi historia
favorita es la de Robert, seguido muy de cerca por la de Sonmi (sobre todo el
final, un final que queda ella como “muy segura, muy mujer”), luego irían a la
par de la Timothy y la de Luisa y por último la de Adam y Zachry han sido las
que menos me han gustado.
—Denny, he
tenido un pequeño roce con una gentuza. Si no consigo sesenta mil libras, me
van a moler a palos.
—Pídeles que
lo graben en vídeo para nosotros.
—No estoy de
broma, Denholme.
—¡Ni yo
tampoco! Vale, se la has querido jugar a alguien y la has cagado. ¿Y a mí qué?
¿Acaso es problema mío?
—¡Somos
hermanos! ¿Es que no tienes conciencia o qué?
—He sido
directivo de un banco durante treinta años.
El libro está escrito de tal
forma que dan ganas de copiar las frases de medio libro de lo bonitas y
filosóficas que quedan, pero lo malo, es que al final, no todas las historias
tienen un final muy claro, sino que tienes que intuir lo que pasa con algunas,
en ese sentido, la película si que “te aclara más cosas”
—Una meritocracia de la inteligencia. Una
cultura que no se avergüence de reconocer que la riqueza atrae al poder…
—… Y que los creadores de riqueza como nosotros
se vean recompensados. Cuando veo que un hombre aspira al poder, me hago una
pregunta muy simple: «¿Piensa como un hombre de negocios?».
Luisa hace un gurruño con la servilleta.
—Pues yo me hago tres preguntas muy simples:
¿Cómo ha obtenido ese poder? ¿Cómo lo está utilizando? Y: ¿cómo se le puede
arrebatar al muy hijo de puta?
Si algo tengo que decir, es
que a ratos, en algunas historias, parecía que la acción sufría grandes pausas
y en esos momentos y entre el lenguaje rimbombante de algunas y el lenguaje
“paleto” de otras hacía que la lectura
me costase mil horrores.
El orgullo de
llegar hasta el final. Certezas. Cuando te despojas de las creencias que te
endilgan las institutrices, los colegios y los Estados, descubres dentro de ti
verdades indelebles. Roma entrará en decadencia y volverá a caer, Cortés se
hará de nuevo a la mar y después Ewing también, Adrian volverá a saltar en
pedazos, tú y yo volveremos a dormir juntos bajo las estrellas corsas,
regresaré a Brujas, de nuevo me enamoraré y me desenamoraré de Eva, tú leerás
otra vez esta carta y el sol volverá a apagarse. Un disco en el gramófono de
Nietzsche. Cuando termine, el Viejo lo pondrá una vez más, y así una eternidad
de eternidades.
El tiempo no
consigue penetrar en este periodo sabático. No duramos mucho muertos. Una vez
que la Luger me deje partir, mi nuevo nacimiento caerá sobre mí en un abrir y
cerrar de ojos. Dentro de trece años volveremos a conocernos en Gresham, diez
años después estaré en esta misma habitación, empuñando la misma pistola,
escribiendo esta misma carta, una decisión tan consumada como mi sexteto de mil
cabezas. Estas certezas elegantes me reconfortan.
En definitva: 6 historias
relacionadas entre sí, muy bien escritas que te harán reflexionar sobre
distintos temas como la religión y el poder.
¡Sentimientos
liberales! ¡Pero a mí no me vengas con monsergas de justicia! ¡Vete a Tennessee
montado en un pollino y ponte a convencer a esos palurdos sudistas de que en
realidad son negros pintados de blanco y de que sus esclavos son blancos
pintados de negro! ¡Vete a Europa y ponte a decirles que los derechos de los
esclavos del imperio son tan inalienables como los de la reina de Bélgica! ¡Ah,
terminarás pobre, canoso y ronco en las reuniones del partido! ¡Te escupirán,
te dispararán, te lincharán, te aplacarán con medallitas y los paletos te
despreciarán! ¡Te crucificarán! Ingenuo y soñador Adam. Quien osa desafiar a
esa hidra de cien cabezas que es la naturaleza humana lo termina pagando con
espantosos sufrimientos, ¡y su familia también! ¡Y cuando exhales el último
suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una
minúscula gota en un océano infinito!
Y sin embargo,
¿qué es un océano sino una multitud de gotas?
Extra, extra:
El libro cuenta con película, que yo, como soy muy guay, me fui a verla cuando llevaba el libro a la mitad, con lo cual, luego creí que ya sabía lo que iba a pasar en el libro, pero no, en la película hay bastantes modificaciones con respecto al libro, incluso frases dichas en la película que me decía, estas las tengo que copiar en la reseña, pero que no aparecían en el libro. En mi edición del libro, al final hay un breve apartado del autor comentando la película, y, la verdad, opino como él, la película se aleja del libro en algunas cosas, pero eso no la hace peor que el libro, algunas modificaciones me gustaron más que los del libro (el autor decía que cuando la vio le preguntaba a Lana Wachowski (perdón de antemano, porque siempre escribo mal el nombre) si ese diálogo era suyo o hecho para la película. Lo que si que puedo decir, es que todas las historias descriptivas, desde mi punto de vista, ganan en la gran pantalla, porque te ahorra leer hasta cómo eran las velas del barco, y, si algo se puede decir de esta película es que tanto la maquetación, como los efectos especiales y la fotografía era perfecta. Además, las historias se entremezclan entre sí, facilitando ver elementos en común, nada parece fuera de lugar, todo tiene relación, y la relación es más fácil de ver que en el libro. Otra cosa de la que yo puedo prescindir, pero por lo visto las películas jamás prescinden, es de las historias románticas, de hacer a los malos un poco más buenos, dar más dramatismo... Pero lo dicho, la película me gustó tanto como el libro, se me hizo un pelín larga (pero es que últimamente las películas son eternas, igual es por justificar la sangría al bolsillo que supone sacar una entrada de cine, pero creo recordar que duraba más de dos horas y media).
Otra cosa curiosa del autor, parece ser que le gustan los libros con muchas historias interrelacionadas.
Y, ahora os dejo, voy a seguir escuchando la OST que a mí me tiene enamorada.